Antes que los rumores de guerra en el este de Europa sonaran, un conflicto a gran escala sacudía a España. Justo en el centro de Madrid se libraba una violenta batalla protagonizada por el Partido Popular donde hubo heridos y notables bajas.
Las primeras explosiones ocurrían el 16 de febrero cuando algunos medios anunciaban una supuesta campaña de espionaje por parte de la cúpula del Partido Popular, dirigida por Pablo Casado en la presidencia y por Teodoro García Egea en la Secretaría General, contra Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, también del Partido Popular.
Según la información filtrada, la dirigencia del PP habría contactado al menos a tres agencias de detectives para que espiaran a la presidenta madrileña y a miembros de su familia por supuestos actos de corrupción vinculados a contratos donde su hermano fue intermediario.
El Partido se volvía el centro de atención mediática y se abría una de las más grandes crisis de su historia. Un sin fin de municiones, de acusaciones y declaraciones volaban por los aires entre la dirigencia y la comunidad de Madrid.
La presidencia del Partido atacaba al mayor activo político del mismo, sin que se entendiera del todo por qué. Miles salieron a las calles a defender a Ayuso y reprobar a Casado mientras las redes se inundaban con mensajes de apoyo a la presidenta de la Comunidad de Madrid.
El resto pasó muy rápido. Casado y García Egea, quienes hasta ahora niegan sus crímenes de guerra, en tan solo una semana, perdieron la confianza de los barones del Partido, de los líderes regionales, de la militancia y de los ciudadanos. Su lucha contra Ayuso supuso su fin.
Nadie sabe la causa de los ataques sobre Ayuso. Probablemente Casado sintió amenazado su liderazgo frente a la inmensa popularidad de la que goza Isabel en toda España, a pesar de que ella ha reiterado que no pretende subir a la arena nacional y quiere centrarse en gobernar Madrid.
Acorralado, Pablo Casado entregó la cabeza de Egea pensando que sería suficiente, pero no fue así. La militancia también le quería a él. Quién hasta hace dos semanas se perfilaba como el próximo presidente de España, lo perdía todo por su arrogancia, paranoia y recelo frente a Díaz Ayuso.
Pablo Casado llegó a la presidencia del PP ilusionando a los votantes y militantes del Partido con volver a retomar sus valores ideológicos, con ser firme contra la izquierda y atreverse a dar la batalla cultural. Sin embargo, rápidamente se olvidó de ello.
Más allá de la retórica, Pablo Casado nunca fue del todo firme contra el Gobierno de Pedro Sánchez sostenido por separatistas, radicales y herederos del terrorismo. Bajo su liderazgo el PP recuperó espacios perdidos y ganó elecciones, aunque aquellas en las que se involucraba personalmente Casado tendían a no ser completamente exitosas. Se sumó a la izquierda en sus críticas hacía el partido VOX, siendo sumamente injusto, pero no tuvo reparo en pedir sus votos para gobernar en algunas comunidades.
Ninguno de sus desaciertos fue la causa de su caída. Su mayor error fue enfrentarse a la potencia Ayuso. Después de la mediática batalla el partido resultó con heridas graves. Casado y Egea fueron víctimas del conflicto que ellos mismos provocaron y Ayuso, aunque herida, salió victoriosa.
El próximo 1 y 2 de abril el PP elegirá a su nuevo líder. Los populares intentarán firmar un armisticio para dejar atrás esta guerra y enfocarse en la verdadera batalla: ganar las elecciones y conformar una mayoría de gobierno que permita sacar a la izquierda del poder.
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