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China en Latinoamérica: proyectos, inversiones y “alerta” de EEUU

El lugar en el que se ha situado EEUU en Latinoamérica en esos 28 años que pasaron desde la primera Cumbre de las Américas que convocó en su momento Bill Clinton, se pone de manifiesto cuando miras dónde se ha posicionado en esa misma región China en ese mismo período de tiempo. Solo vamos a poner de ejemplo una cifra: la del intercambio comercial.

Desde 1994 el intercambio comercial entre Latinoamérica y China creció del 1,7% al 14,4%, y ahora se estima en unos 450.000 millones de dólares. China es hoy un socio comercial más importante para Latinoamérica que EE.UU.

Si bien EEUU sigue siendo el principal inversionista en la región, con un 22% de todas las fuentes extranjeras que Latinoamérica recibe, la puerta al “patio trasero” se le está cerrando con un candado chino bien engrasado.

Ese candado se llama la Nueva Ruta de la Seda, también conocida como ‘una franja, una ruta’, una mega iniciativa china a la que ya se sumaron 148 países del mundo, y 20 de ellos, latinoamericanos. Se trata de un proyecto emblemático que Xi Jinping propuso en 2013 y que consiste fundamentalmente en unir los 5 continentes a través de una red de grandes proyectos de infraestructura, emulando esa ruta de seda antigua de China que era una especie de puente entre China y el mundo.

En Latinoamérica, el primero en incorporarse fue Panamá, después Uruguay, Ecuador, Venezuela, Chile, Bolivia, Costa Rica, Cuba, Perú, Argentina durante las Olimpiadas de Invierno en Pekín.

En Panamá se está analizando construir una línea de tren de alta velocidad. También un cuarto puente sobre el Canal de Panamá. En Ecuador, dos puentes, siete centrales hidroeléctricas. En Perú, está el proyecto del ferrocarril interoceánico con Brasil y Bolivia. También se planea construir un puerto en Chancay, en el Pacífico, que sería el primer puerto latinoamericano manejado totalmente por capitales chinos y además sería un importante eje para el comercio en el Pacífico Sur.

En Bolivia, Chile y Argentina, el denominado ‘triángulo del litio’, varias compañías chinas están involucradas en la extracción del litio, clave para las baterías. En Bolivia, por ejemplo, en los salares de Uyuni son cuatro las compañías chinas que operan.

Con Argentina se ha firmado en febrero un acuerdo de inversiones por 23.000 millones de dólares. Argentina ha sido uno de los principales socios de China en la región. Hace unos años se informó sobre la construcción de una base china para la exploración espacial en la Patagonia, un proyecto que en teoría se construyó para la observación astronómica y el seguimiento de satélites, pero que los medios argentinos han interpretado como si se tratase de prácticamente una invasión china. Por supuesto, porque el proyecto recibió luz verde en la época del kirchnerismo. En fin, fue muy cuestionado por su eventual uso militar, aunque voceros tanto chinos como argentinos aseguraron que se trataba de una cooperación con fines pacíficos.

Otra apuesta importante de China es en el campo digital. Básicamente, se trata de ayudar a países en vías de desarrollo a cerrar su brecha digital. Es todo un programa de digitalización e inversiones en el sector tecnológico de América Latina. A cualquiera que vaya a Latinoamérica, a países tan dispares como México o Venezuela, en seguida le salta a la vista la fuerte presencia de Huawei. Esta compañía china invirtió centenares de millones de dólares en telecomunicaciones en toda la región. Y así es como llegamos al tema del 5G y posiblemente del 6G.

Con la tecnología 5G empezamos a hablar del internet de las cosas y China está en la cima de la estandarización ahora mismo. ¿A qué nos referimos? Un estándar es un conjunto de especificaciones técnicas que hace posible que distintos dispositivos puedan interactuar entre sí. Si tú hiciste un estándar, pero solo te sirve para que interactúen tu móvil con la lavadora de tu vecino, es que tu estándar no es ampliamente usado y bueno, mala suerte. Pero si se empieza a usar más ampliamente, comienzas a controlarlo todo.

EEUU intentó sacarla de ahí a empujones, sancionando a sus compañías clave en el desarrollo de esa tecnología, Huawei y ZTE, pero aún no ha logrado superar ese dominio. Por cierto que, irónicamente tratándose de EEUU, el país que controla a los grandes gigantes tecnológicos que lo saben todo sobre nosotros (y se lo transmiten a su gobierno casi siempre que éste así lo requiere), el pretexto que usaron para aplicar estas sanciones fue el de que China estaba recopilando información a través de sus redes 5G y transmitiéndosela a su gobierno.

Pero no solo financian proyectos de infraestructura. La presencia china en Latinoamérica se consolidó también mediante créditos a Estados y financiamiento por parte de los principales bancos. Entre 2007 y 2019, que es el año en el que tenemos los últimos datos disponibles, el gigante asiático otorgó préstamos por unos 137.000 millones de dólares a países de América Latina y el Caribe.

Casi la mitad de este financiamiento lo recibió Venezuela, le siguieron Ecuador y Brasil. Por supuesto, ha habido avisos por parte de medios afines a EEUU sobre la dependencia que está creando China en Latinoamérica, sobre que en realidad está persiguiendo sus propios objetivos.

Hablando de inversiones desinteresadas… A finales de junio, en los Alpes, durante la cumbre del G7, Biden anunció el lanzamiento de una nueva asociación para la infraestructura global que supone una inversión de unos 600.000 millones de dólares que harían las “economías de los países democráticos” para cerrar la brecha de infraestructura con los países en desarrollo. Esta iniciativa viene como un intento de contrarrestar el despliegue de la Nueva Ruta de la Seda. Días después del anuncio de su lanzamiento, The Times of India informaba que no iba a apoyarla. Así que comenzó bien, como ven. En cualquier caso, esto es solo el inicio, veremos cómo evoluciona, si lo hace.

China empieza a ser una potencia comercial y económica con un peso esencial en Latinoamérica. Esto podría recordar a lo que ha venido siendo EEUU durante el último siglo. Pero hay una diferencia sustancial: no se exige ningún tipo de afinidad política a cambio.

Al contrario de lo que sucedía durante la Guerra Fría, China, como potencia meramente comercial, no exige “fidelidad política” y esto queda bien claro cuando vemos que igual le da invertir en Brasil que en Cuba, mientras haya una conveniencia económica.

Parece lo más lógico, tratándose de acuerdos comerciales, pero todos sabemos que en el caso de EEUU no ha sido así. Y al contrario de lo que ocurre con la relación con EEUU no recordamos que en la Asamblea Popular de China se haya decidido que el gobierno de uno u otro país suponía una “amenaza” y que mejor dedicar una partida presupuestaria a tumbarlo (que le pregunten a Chile, el ejemplo más socorrido pero ni mucho menos el único). Ni mucho menos hablar de sanciones.

El único tema sensible para China, de hecho, no se refiere a ningún asunto de los países donde quiere invertir, sino a un tema interno del propio gigante asiático.

Resulta curioso que ante estas muestras de poder blando, casi puramente comercial, muchos “analistas” adviertan sobre el peligro de hacerse muy dependiente de una potencia que lo único que exige son retornos satisfactorios a sus inversiones. Todo lo contrario de lo que suele imponer el adalid de la libertad en general y de la económica en particular, EEUU, que al final no parece tan interesado en esa libertad como en el poder en sí, a juzgar por lo sucedido hasta ahora.

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