Más de un siglo es lo que se prevé que tardará el mundo en alcanzar la paridad entre hombres y mujeres al ritmo actual.
Así lo señala el más reciente informe sobre brechas de género del Foro Económico Mundial (WEF, por su sigla en inglés), que indica que las crecientes desigualdades en materia de trabajo o participación política, incrementadas por la pandemia del covid-19, llevarían a cerrar las brechas en 132 años.
El panorama, no obstante, es aún más grave para ONU Mujeres, que advirtió este miércoles que, al ritmo actual, el planeta necesitará hasta 286 años, es decir, casi tres siglos, para alcanzar la paridad.
Pero el escenario varía por regiones. Mientras que Norteamérica requerirá de 59 años para lograr la paridad, siendo la región que menos tiempo necesitaría si avanza como lo hace hoy en día, América Latina y el Caribe tardará 67 años si sigue al ritmo actual, pues cuenta con un índice de paridad del 72,6 por ciento, según el informe para 2022 del WEF.
Y es que la brecha de género en los países de la región dio “pasos agigantados” durante la pandemia. La Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal) señala que la crisis desatada por el covid-19 generó un retroceso de 18 años solo en la participación de las mujeres en el mercado laboral.
“La mayoría de las medidas que tomaron los países de América Latina y el Caribe no contemplaron que los periodos de confinamiento implicaban un riesgo mayor para las mujeres”, resume Karina Batthyány, secretaria Ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y especialista en problemáticas de género.
En palabras de Montserrat Sagot, socióloga y destacada investigadora de la violencia de género en la región, la pandemia situó a las mujeres en un periodo de retroceso “en el que más bien parece que hay que defender lo que ya se ha ganado”.
“Hubo una significativa disminución en la calidad de vida de las mujeres, en su acceso al trabajo remunerado, las mujeres fueron expulsadas en grandes números del sector productivo remunerado y los datos que tenemos es que probablemente podría tardar hasta dos décadas en recuperarse”, explica la experta.
En materia de trabajo, las mujeres de la región enfrentan uno de los escenarios más críticos. Según los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el peor momento de la crisis por la pandemia, es decir, en el segundo trimestre de 2020, se perdieron en total 23,6 millones de puestos de trabajo para las mujeres en América Latina.
Sector político, la brecha más grande
El informe del WEF señala que la mayor brecha de género en la región tiene que ver con la participación en el sector político, en donde la paridad alcanza solo el 28,7 por ciento.
En América Latina y el Caribe solo hay tres mujeres presidentas: Xiomara Castro, en Honduras; Sandra Mason, en Barbados; y Paula Mae-Weekes, en Trinidad y Tobago. Solo 14 mujeres han sido jefas de gobierno en la región en los últimos 30 años y el número de alcaldesas electas está por debajo del 15 por ciento, según la Cepal.
En materia de gabinetes o parlamentos la situación es mejor, aunque aún insuficiente. Datos de la Unión Parlamentaria muestran que en la región el promedio de mujeres legisladoras ronda el 30 por ciento, un dato superior a la media global, que se ubica en 26,2 por ciento.
“Hay muchos países de nuestra región que ya cuentan con leyes de cuotas que han implicado en términos globales un cierto nivel de avance, pero tenemos que mirar no solo el ámbito de la política representativa formal, sino también cómo participan las mujeres en distintos ámbitos como sindicatos, cámaras empresariales y distintas organizaciones”, dice la secretaria ejecutiva de Clacso.
Pero nuevamente aparecen luces y sombras. Según el WEF, Nicaragua es uno de los países en el mundo con mayor proporción de mujeres en los ministerios (58,8 %) y en el parlamento (50,6 %). Y en México, el 50 por ciento de los miembros del parlamento son mujeres.
Datos que contrastan fuertemente con el 4,9 por ciento de participación de mujeres en los ministerios de Brasil o con el 2,5 por ciento de los escaños que ocupan las mujeres en Haití, según los datos del Observatorio de Igualdad de Género de la Cepal.
“Y es que cuerpo de mujer no garantiza pensamiento feminista. Para que una agenda de género tenga fuerza se necesita un movimiento actuante, y se necesita tener representantes de ese movimiento puestas en ciertos lugares de toma de decisiones”, agrega al respecto Lamas.
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