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Cumbre climática en Latinoamérica y las 20 propuestas de acción

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El pasado 12, 13 y 14 de septiembre se llevó adelante la Cumbre Climática de la Juventud de Latinoamérica (RCOY según su sigla en inglés) en Cartago, una localidad al sudeste de la capital costarricense de San José. Famosa por las ruinas de la parroquia de Santiago Apóstol, con un Jardín Botánico que tiene más de 1000 especies distintas de orquídeas y rodeada por selva tropical, Costa Rica recibió a más de 300 activistas y cientos de organizaciones de 18 países con el fin de tejer alianzas y unir regionalmente las demandas.

El sitio web oficial de la RCOY se autodefine como algo que viaja a destinos mucho más lejanos que un mero evento: ‘Es mucho más que eso’. Y describe: ‘Es un proceso, una red, un espacio de participación y articulación entre las juventudes de los países de Latinoamérica’. A lo largo de esos 3 días entre talleres, mesas de debate, activismos y conversatorios, se pusieron en común las preocupaciones locales de cada región, para luego presentarse en la COP27 con mayor fuerza y unidad para articular con claridad los padecimientos y demandas de Latinoamérica frente al mundo. Sobre la importancia de la unión regional, Máximo Mazzocco (fundador de Eco House Global y Youth Leader de la ONU) destacó: ‘Cuando era joven, había una frase que se repetía mucho: ‘Si uno no está en la mesa, es parte del menú’. Si no estás siendo el tomador de decisión, sos parte del menú, alguien va a elegir qué es lo que va a suceder con vos’.

La Cumbre también tuvo el apoyo de Pepe Mujica, ex presidente de la República Oriental del Uruguay, que dejó palabras especialmente reflexivas con la profundidad conceptual que acostumbra: ‘De seguir como estamos, caminamos a un holocausto ecológico, pero el problema ecológico tiene una base: el tipo de civilización depredadora que hemos desarrollado (…) La esperanza que queda está en ustedes, que tengan la capacidad de llamar a la realidad a los gobiernos, porque en el fondo la crisis ecológica existe por debilidad política, y solo las decisiones políticas pueden cambiar la realidad; pero tienen que tener el coraje de enfrentar intereses económicos y en el fondo también amparar un cambio cultural en el cual estamos inmersos’.

Luego de estas jornadas, en diversidad y generando vínculos y redes regionales con jóvenes activistas de toda la región, se concluyó un documento con 10 iniciativas para los Estados Nacionales y otras 10 para los grandes emisores (tanto países como empresas) que faciliten e impulsen la transición, mitigación y adaptación frente al cambio climático. Así lo supo describir Federico Pellegrino, coordinador de Política y Activismo para la Sostenibilidad de Eco House Global y representante en la RCOY: ‘El foco tiene que estar en lograr adaptar nuestra sociedad a un mundo en crisis climática. No tenemos tiempo, necesitamos del financiamiento internacional de manera rápida para lograr generar políticas públicas que eviten que los problemas ambientales generen una sociedad todavía más desigual e injusta’.

En este marco y bajo el concepto ‘De la protesta a la propuesta’, el documento conclusivo busca llegar y consolidarse en la COP27 a celebrarse en el mes de noviembre en Egipto, por lo que los activistas lanzaron una campaña de incidencia en Change.org para recolectar más de 100.000 firmas con el objetivo de darle aún más peso y notoriedad frente a las naciones de todo el mundo.

¿Qué proponen los 20 puntos del documento ‘Propuestas para la Acción’? En resumidas cuentas, estas son las 10 sugerencias acordadas por la juventud para los Gobiernos Nacionales:

Participación pública: con especial foco en que todos los países ratifiquen e incorporen el Acuerdo de Escazú que asegura el acceso a la información, la participación pública y a la justicia en toda la región.

Transición energética: que los gobiernos lleven a cabo Planes de Transición Energética Nacionales que sean objetivos, medibles, específicos y alcanzables.

Ciudades y transporte: movilidad baja en emisiones, con inclusión de todas las personas, promoviendo las ciudades verdes.

Pérdida y daños: un observatorio multisectorial e inclusivo en el que participen todos los grupos sociales, que genere líneas de reporte y cuantifique las compensaciones económicas.

Alimentación y agricultura: planes de acción de soberanía alimentaria y producción agroecológica, con alimentación completa, de calidad y local.

Empoderamiento climático: construir, fomentar y potenciar los espacios de participación y acción.

Adaptación: que, para fines del 2023, los gobiernos tengan finalizados sus Planes de Adaptación Nacional.

Biodiversidad y naturaleza: regulaciones integrales y programas que protejan, gestionen sosteniblemente y restauren los ecosistemas, haciendo foco en la flora, la fauna y la funga.

Océanos y zonas costeras: implementar un Plan Azul que proteja, hacia 2023, el 50% de la superficie marina y que alcance el 60% para 2040. También aumentar la conservación marino-costera, y establecer una moratoria de al menos 10 años para la minería de fondos marinos.

Financiamiento e inversión: transparencia, descarbonización, acceso a la información, y priorizar la resiliencia de las comunidades afectadas.

Por otra parte, estas son las 10 propuestas para los grandes emisores (empresas y países):

Carbono neutralidad: evitar greenwashing, fomentar la circularidad de los productos e incorporar instrumentos normativos vinculantes.

Financiamiento: constitución de fondos para mitigación del cambio climático (en dinero), para adaptación (transferencia tecnológica y de conocimientos) y para daños y pérdidas (dando un alivio inmediato a las emergencias y catástrofes ambientales).

Transparencia: generar estrategias y plataformas de comunicación accesibles, claras e inclusivas. También de fiscalización, control, reporte y verificación.

Tecnologías y conocimientos: que los grandes emisores contribuyan al fortalecimiento de las capacidades locales para atender las necesidades regionales, en tecnología y diálogo de saberes.

Deuda ecológica y financiera: el pago a comunidades locales, no solamente en dinero, sino con proyectos de asistencia social y compensación de daños.

Impuestos verdes y mercados de carbono: que estos reflejen todas las externalidades negativas, y que sean coherentes con los daños que generan.

Transición económica: creación de Planes de Transición Económica para 2030.

Articulación pública-privada: avanzar en certificaciones y metodologías que garanticen transparencia y seguridad con principios internacionalmente reconocidos como Empresa B, ISO26000, UN Global Compact, etc.

Trabajadores y consumidores: implementar en los etiquetados de los productos los indicadores de huella de carbono, hídrica y ecológica. Además, que las empresas publiquen informes fidedignos con proyecciones de mejora ambiental, con una transición a materiales de menor impacto y capacitaciones.

Empleos verdes, azules y emprendimientos de triple impacto: articulación y trabajo en conjunto con los entes financieros en torno a emprendimientos sostenibles.

El cierre de la Cumbre Climática de las Juventudes de Latinoamérica finalizó con la lectura de la declaración ‘Propuestas para la Acción’ y contó con la palabra de la Directora de Cambio Climático de Argentina (Florencia Mitchell) y la Viceministra de Juventud de Costa Rica (Kristel Ward).

Después de extensas jornadas, la cabeza ahora está puesta en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, a celebrarse en Egipto entre el 6 y 18 de noviembre. Allí coincidirán en tiempo y espacio los Presidentes y Ministros de los Estados miembro de las Naciones Unidas, expertos en ambiente, organizaciones de la sociedad civil, entre otros, para debatir y realizar acuerdos de cara a la crisis social y climática que llegó para quedarse. La diversa comunión de todos los sectores puede resumirse en la frase de cierre de Máximo Mazzocco en Costa Rica: ‘Siempre me voy con la misma conclusión: el pensar global y actuar local. Empoderar lo local es una de las grandes misiones que tenemos. La verdad absoluta no la tiene nadie. Hay que aprender a escuchar, a frenar, a repensar constantemente y a poner bajo la lupa: ¿quiénes somos?’. La juventud socioambiental de Latinoamérica ya se preparó, y ahora las energías se canalizan en alzar la voz frente al mundo como región.

 

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