En la misma página web de Planned Parenthood, uno de los más grandes pilares del negocio del aborto, que lleva lucrando con el abandono social, el miedo y la falta de apoyo del Estado a las mujeres desde 1919, mencionan que su fundadora, la enfermera Margaret Sanger, basaba sus ideas en la eugenesia. Ideología que, dentro de esa misma página web, citan textualmente y sin ningún disimulo como “intrínsecamente racista, excluyente, que etiquetaba a ciertas personas como no aptas para tener hijos”. Una teoría de que la sociedad puede mejorarse, mediante la planificación de “rasgos deseables”. Ideas que, desde principios del siglo XX a la fecha, son populares entre los estadounidenses supremacistas. Estamos hablando de que uno de los grandes estandartes del feminismo, específicamente su fundadora, tuvo incluso en los años 20, nexos con el Kuklux Klan. Entrevistándose en 1929 con el auxiliar de mujeres de dicha asociación racista, durante una manifestación en Nueva Jersey. Dicha mujer, cuya institución dice abogar por los derechos reproductivos de otras mujeres, incluso llegó a respaldar en 1927 la decisión Buck v. Bell, en la que la Suprema Corte de los Estados Unidos, dictaminaba que los Estados podían esterilizar por la fuerza a personas que consideraban “no aptas” sin su consentimiento, vulnerando así sus derechos individuales. El fallo culminó con la esterilización forzosa de una interna de la Colonia de Lynchburg, para epilépticos y Débiles Mentales del estado de Virginia, Carrie Buck. Creando con ello un precedente jurídico a la legalización de esta práctica. Lo que trajo como resultado la esterilización forzada de unos 8.000 niños y jóvenes, entre 1927 y 1972. Y, por si fuera poco, inmortalizó una de las frases más deleznables en la historia de los Estados Unidos, que podemos atribuir al Juez Oliver Wendell Holmes Jr., también eugenista. Según el cual, «tres generaciones de imbéciles son suficientes». Todo esto perfectamente expuesto en el documental televisivo británico, The Lynchburg Story, producido por Bruce Eadie y realizado por Worldview Pictures en asociación con Discovery Networks y Channel Four, en 1993.
Muchas de las acciones en el ámbito de la salud reproductiva de las mujeres desde mediados del siglo XIX, a principios del siglo XX, fueron tomadas bajo criterios sumamente racistas, clasistas y de discriminación. El padre de la ginecología moderna J. Marion Sims, por ejemplo, llevó a cabo experimentos en mujeres afroamericanas esclavizadas, sin anestesia, en pro de la “ciencia”. Y volviendo a Margaret Sanger, en 1939, comenzó su llamado “Proyecto Negro”. Con el título que le asigno a tal “cruzada”, se puede intuir por donde va la cosa. Sanger contrataba enfermeras y médicos afroamericanos, esto con el fin de generar cierta confianza en ese sector poblacional y reducir los cotilleos sobre un sistema de atención medica racista, del que ella formaba parte.
Quisiéramos decir que esto hoy en día ha cambiado y ha dado un vuelco hacia la integración social, sin embargo, nada más lejos de la realidad. Hoy en día la inclusión, por la que tanto abogan las ideologías progresistas como el feminismo, solo la vemos en películas y series televisivas, como un discurso moralmente aceptado para expiar culpas. Mientras tanto, fuera de las pantallas, los reflectores y la ficción, el feminismo lleva a cabo una agenda totalmente opuesta. Según BBC news, tan solo el 90% de las mujeres británicas, cuyos fetos son diagnosticados con síndrome de Down optan por abortar. El activismo feminista califica el llevar el embarazo a término bajo esas circunstancias, como una idea anticuada. Presionando a las mujeres a tomar la decisión de acabar con la vida de su propio hijo.
Lorraine Buckmaster, madre de Jaxon, un niño con síndrome de Down, relató su experiencia para BBC news en 2020. En dicha entrevista comentó que descubrió que Jaxon podría tener síndrome de Down después de hacerse unos exámenes adicionales y un análisis de sangre recomendados debido a la edad que tenía durante el embarazo (45 años). La ecografista le explicó que su bebé mostraba marcadores de la afección y que requeriría una amniocentesis, lo que conlleva una pequeña posibilidad de aborto espontáneo. Por lo que Lorraine y su esposo Mark rechazaron todas las pruebas adicionales. Sin embargo, les ofrecieron al menos 15 veces, terminar con la vida de su bebé. Las palabras de Lorrain fueron: “Solo me daban apoyo si elegía la opción del aborto, que es lo que supusieron, pero cuando dije que quería quedarme con Jaxon perdieron el interés”. Y la cosa no termina aquí ¿Cuántas veces hemos escuchado a los colectivos feministas, recitar como si fuera un mantra: “Es preferible el aborto a que nazca pobre”? (refiriéndose al ser humano en gestación).
Como podemos observar hoy por hoy el feminismo sigue siendo un instrumento de segregación, de clasismo y discriminación. Un instrumento que se jacta del pensamiento “incluyente”, siempre y cuando este se amolde a su finalidad oculta, la destrucción del ser humano. Y no solo estamos hablando de la vida inutero. En su vida extrauterina continúa destruyéndolo.
Embustes como el “body positive”, solo tienen como finalidad acortar la esperanza de vida de las personas, enalteciendo malos hábitos de alimenticios, sedentarismo y riesgos sobre la salud del individuo.
Tan solo en México las principales causas de muerte en mujeres están asociadas con la obesidad. Siendo estas: enfermedades del corazón y diabetes mellitus. Lo que nos hace preguntarnos ¿Si al feminismo, realmente le importa salvar la vida de las mujeres, por qué no lleva a cabo campañas sanitarias para prevenir la obesidad y trastornos de la alimentación? Sin embargo, hace todo lo opuesto, contribuye activamente al deterioro de la salud de cientos de miles de mujeres en todo el mundo. De igual manera, las expone en abortos clandestinos. En donde otras mujeres con escasa o nula preparación médica, les dan indicaciones terapéuticas de fármacos abortivos, les ayudan a conseguirlos y si tienen surte, las van “guiando” desde WhatsApp o Messenger, sobre cómo terminar con la vida de su hijo y poner en riesgo la suya. Si, irónicamente, las mismas autonombradas “activistas”, cuyo discurso diario es que el aborto clandestino “mata”, promueven el aborto clandestino desde redes sociales. Porque, a fin de cuentas, la vida de las mujeres queda desplazada ante un negocio tan redituable.
Y la afrenta contra la salud integral de la mujer continúa, alentando situaciones de riesgo para su vida.
Cómo olvidar aquel dicho que formó parte de las consignas feministas hace algunos años: “Sola y borracha quiero llegar a casa”. Estudios demuestran que el consumo indebido de alcohol entre mujeres ha aumentado. Siendo mayor el riesgo de tener problemas relacionados a esto como el daño cerebral, al que tienen los hombres. Las mujeres regularmente son más propensas a desarrollar hepatitis alcohólica que sus contrapartes masculinas que beben en la misma cantidad. Igual que la obesidad, el alcoholismo es una de las principales causas de las enfermedades cardíacas. A esto súmenos que hay una relación intrínseca entre el cáncer de seno y el consumo de alcohol.
Y, por si todo esto fuera poco, el feminismo ha impulsado la sexualidad imprudente, disfrazándola de “libertad sexual”. ¿Y a qué ha llevado toda esa “libertad sexual”? Ni más ni menos que a un incremento en las transmisiones de enfermedades venéreas desde el 2020. Prácticas como el “chemsex” o el uso intencionado de drogas, fundamentalmente de tipo estimulante y disociativas, para tener relaciones sexuales han facilitado este aumento. Cuando el uso de estos estupefacientes se realiza de forma intravenosa. A demás la combinación de algunas de estas drogas produce desinhibición. Bajo ese contexto, es habitual que se practique sexo sin protección con diferentes parejas sexuales, aumentando el riesgo de contraer ITS. No obstante, algunas corrientes feministas también abogan por el “poliamor”, alegando que la monogamia es “patriarcal, históricamente posesiva, obsesiva y potencialmente mortal”, citando a la filósofa Carrie Jenkins. Quien aparentemente desconoce el hecho de que fueron las enfermedades de transmisión sexual las que impulsaron la monogamia, no el “patriarcado”. Y que el nivel promedio de riesgo de infección de ITS en poblaciones grandes en la antigüedad era mayor en los grupos polígamos que en los grupos monógamos. Algo que no ha cambiado con el tiempo, porque los microorganismos no obedecen a ideologías.
En conclusión, anteriormente la remoción de una población indeseable para un grupo en el poder, basada en la discriminación, la etnia, o la situación económica, política y cultural, se solía hacer por la fuerza, empleando muchas veces violencia. En la actualidad, se instaura en el pensamiento colectivo una ideología, que te presenta como un “derecho” el comprometer la propia vida, llamándole a eso “progreso”. Y muchas mujeres creen ciegamente que se están “empoderando”, cuando en realidad están siendo manipuladas para provocar su propia destrucción y la de su descendencia.
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