En medio de la crisis económica que vive Argentina, la inflación interanual en febrero superó por primera vez en 32 años los tres dígitos, situándose en 102,5%.
Aunque la inflación es crónica en Argentina, este histórico récord y lo que ocurra con el costo de la vida en los próximos meses, probablemente estará en el centro del debate político en las elecciones presidenciales de octubre.
Desde que el país fue víctima de una hiperinflación galopante a comienzos de los 90, la situación nunca había llegado a un nivel tan crítico.
La tercera economía más grande de América Latina viene lidiando durante años con una crisis económica que ninguno de los gobiernos ha logrado controlar.
En diciembre, el gobierno del presidente Alberto Fernández llegó a un acuerdo con las empresas de alimentos e higiene personal para congelar los precios de unos 2.000 productos hasta marzo y limitar los aumentos de otros 30.000 productos al 4% mensual.
Pese a todos los esfuerzos por contener los efectos de la crisis, la vida diaria de una gran parte de la población que es testigo de la devaluación permanente de la moneda local frente al dólar, se hace cada vez más difícil.
Según el último informe de la Bolsa de Comercio de Rosario, la sequía ha provocado pérdidas por unos US$19.000 millones, si se suman los problemas en los cultivos de soja, trigo y maíz (responsables del 87% de la producción de granos en Argentina y del 43% de las exportaciones totales del país) y el impacto en la menor demanda de fletes, empleos, o servicios financieros.
En otras palabras, la sequía ya se ha cobrado 3 puntos del Producto Interno Bruto (PIB) argentino estimado para el año 2023.
La caída en las exportaciones de granos no solo afectará al campo y la disponibilidad de capital para la próxima siembra, sino que también va a erosionar los ingresos fiscales por cobro de impuestos.
Por otro lado, la ganadería enfrenta un escenario muy complejo al disponer de menos comida para los animales.