Pasadas las fiestas decembrinas de 1999, la madre de Laura le pidió que fuese a comprar algunos artículos a una tienda en Mesetas, en el sur de Colombia.
En el camino unos hombres de un grupo armado la obligaron a subir a un camión, fue la última vez que la vieron en décadas.
Su padre César, un campesino que ahora tiene 73 años, nunca renunció a la idea de buscar a su hija reclutada forzosamente, que a su vez era madre de una pequeña niña de 3 años.
Sus esfuerzos se vieron recompensados y 23 años después de aquel hecho, padre e hija han sido los protagonistas de un emotivo reencuentro.
‘’Para mí recuperar a mi hija es como si me hubiera ganado una lotería, en realidad es una lotería porque encontrar a una familia que esté perdida, en tantos años, desaparecida, sin tener ninguna noticia de ella y encontrarla así como la encontré en el día de hoy, en este sitio, para mí fue una cosa muy satisfactoria’’, dijo el señor César, citado en un boletín de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), órgano del gobierno de Colombia que se dedica a esta tarea fundamental en un país que ha vivido décadas de un conflicto armado.
La desgastante y larga búsqueda de su hija
Tras haber sido raptada, la familia de Laura insistió en hacer contacto con el grupo armado al que se atribuía el secuestro.
Pero tuvieron que huir de su propia casa y trasladarse a Villavicencio, unos 136 kilómetros al norte de Mesetas bajo la amenaza de que reclutarían a las hermanas menores.
La familia debió resignarse y esperar que alguien les diera una noticia sobre su hija, que nunca llegaba.
En 2001 el señor César regresó a Mesetas para continuar con la búsqueda de su hija, pero algunos vecinos le dijeron que ella había muerto en una acción armada.
Tiempo después contactó a la Unidad de Búsqueda en Villavicencio y presentó una solicitud formal de búsqueda.
Durante siete meses la UBPD realizó una investigación humanitaria y extrajudicial, revisó y clasificó información, y cotejó fuentes que le permitieron aproximarse a la verdad sobre la suerte y el paradero de la hija de César, detalla el boletín.
Finalmente, un equipo ubicó a una persona que por su edad y características podría corresponder a Laura.
Pruebas de identidad determinaron que era la persona “desaparecida”
Tras varios los intentos por establecer un contacto directo, Laura respondió a una de las llamadas de la unidad de búsqueda y accedió a tener un encuentro con los investigadores.
Allí Laura contó que luego de dejar las filas del grupo armado que la reclutó había ido a Mesetas a buscar a sus familiares, pero sus vecinos le informaron que ellos habían sido desplazados bajo amenazas, que era posible que estuvieran en Villavicencio, indica el boletín.
Relató que varios días recorrió las calles de esa ciudad buscándolos sin que tuviera suerte. Al finalizar la entrevista aceptó someterse a una toma de huellas dactilares para confirmar si se trataba de la persona que César había buscado durante 23 años.
Pasadas unas semanas llegaron los resultados. Efectivamente Laura era la persona que estaban buscando. La búsqueda del señor César se acercaba a un final feliz.
El reencuentro de padre e hija: lágrimas, emoción, familia ampliada
Con todos los datos confirmados sobre la identidad de Laura lo único que restaba era organizar el reencuentro.
Según el boletín, noche previa fue para ellos una de las más largas de sus vidas, especialmente para Marcela*, la hija de Laura, a quien su mamá recordaba como una bebé. Creció sin esa presencia materna, imaginándosela por los relatos de su familia, especialmente los de su abuelo.
El reencuentro estuvo lleno de lágrimas, abrazos y besos cargados de recuerdos y nostalgia, dice el boletín.
La celebración continuó esa misma tarde en la casa de César, en donde Laura se encontró con su familia ampliada: hermanas, sobrinos, tíos y tías, quienes la esperaban con ansias para poder conversar de todo lo que vivieron en estos 23 años de ausencia.
El señor César había cumplido la promesa que le hizo a la madre de Laura quien falleció en 2006, luego de sufrir graves afectaciones en su salud física y emocional, producto de los desplazamientos forzados y el reclutamiento de su hija.
La directora de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, Luz Marina Monzón Cifuentes, citada en el boletín, subrayó que este caso rompe con el mito de que a las personas desaparecidas “solo las vamos a encontrar muertas”.
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